Opinión Gustavo de Hoyos Walther / Sin Embargo /
Varias películas, series de televisión, canciones y otras obras de arte tienen ya tiempo exhibiendo la acción de varias bandas del narcotráfico como parte de la vida pública y política de México en su relación con Estados Unidos.
Una de las mejores series de televisión jamás realizadas, Breaking Bad, y su secuela, Better call Saul, nos muestran el dominio del narco mexicano en sociedades tan aparentemente tranquilas como Alburquerque, Nuevo México.
Pero aún estas series fueron realizadas antes de que se desarrollara el mercado del fentanilo en nuestro vecino del norte, pues retratan más bien la cultura alrededor del consumo de metanfetaminas.
Es importante entender la diferencia en el consumo de estas dos drogas. Mientras el fentanilo produce aletargamiento, las metanfetaminas tienen el efecto contrario: la euforia pasajera.
Se trata, entonces, de dos mercados diferentes. Quién consume fentanilo quiere huir de la sociedad que le rodea hacia un lugar cada vez más deprimente y aislado, mientras que quien ingiere metanfetaminas suele recurrir más bien a la violencia producto de un estado de euforia exagerada.
Sin duda la sociedad estadounidense tiene un gran desafío para encontrar respuestas al porqué tantos individuos de la generación milenial y más jóvenes han decidido escapar hacia sí mismos ingiriendo un tipo de drogas que terminará por liquidarlos.
Del lado mexicano, sin embargo, es menester preguntarnos si vale la pena dejar en paz a las bandas que producen y distribuyen fentanilo para distribuirlo en el mercado de Estados Unidos.
Cada vez que se le pregunta al Presidente, López Obrador, sobre el tema, recurre al consejo moralino y estereotipado a la sociedad de Estados Unidos sobre la necesidad de la cohesión familiar.
Y mientras las acciones en favor de la unidad familiar son un factor esencial para resolver el problema, las cosas son más complejas.
Ya sabrán en Estados Unidos si toman en cuenta los consejos del Presidente, pero mientras esto ocurre, el mandatario mexicano debería tomar acciones para combatir a las bandas de criminales que inundan el mercado estadounidense de una droga letal, al tiempo que utilizan violencia extrema en México.
Recientemente, el Gobierno tuvo un gesto de cooperación con Washington DC en esta materia. Efectivamente, el Presidente Joseph Biden publicó una declaración oficial en la que agradece al Gobierno mexicano su colaboración en la extradición de Néstor Isidro Pérez Salas, alias el “El Nini”, hacia Estados Unidos, donde tendrá que enfrentar la justicia.
A “El Nini” se le acusa de graves delitos: tráfico ilegal de fentanilo, asesinato, tortura y secuestro de numerosos rivales, testigos y otras personas.
Sin duda este es un paso en la dirección correcta, aunque ocurre en un contexto de tensión entre las autoridades estadounidense de lucha contra el narcotráfico y el Gobierno mexicano.
Hay que decir que si bien la detención de capos y otros responsables del narcotráfico ilegal, así como de otros delitos graves, es una buena idea, esto, por sí sólo, no resuelve el problema.
La verdad sea dicha, la solución permanente al dilema que enfrentamos ambas naciones es poliédrico y necesita de una estrategia de varias dimensiones.
Un primer paso podría ser dado por los legisladores de ambos países, en el ámbito de las reuniones interparlamentarias. Esperemos que las próximas legislaturas se aboquen con consciencia en discutir y resolver este gran flagelo.
Fuente: Grupo Es Noticia Veracruz