La irrupción de Los Chapitos —grupo liderado por Iván Archivaldo, Alfredo y Ovidio Guzmán, hijos de Joaquín el “Chapo” Guzmán— en Baja California, al noroeste de México, ha ocurrido a paso arrollador, por lo que se han logrado consolidar en regiones importantes para el narco mexicano.
Aunque en la entidad, a sólo una hora en avión de Estados Unidos, siempre estuvo presente dicha célula criminal, en los meses recientes la ofensiva de los hijos del “Chapo” en contra de otros grupos delictivos que operan en la zona, como el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y las huestes de su socio, Ismael Zambada García, el “Mayo”, ha provocado un aumento de la violencia.
La guerra entre los cárteles por el control de la plaza ha estallado, según el semanario local Zeta Tijuana, en 2019. Ese año, Los Salazar —vinculados al Cártel de Sinaloa— decidieron ingresar “sin permiso” a Mexicali, capital de Baja California, para asesinar a los narcos que huían de Sonora, donde actualmente se asientan. Para 2020, la célula dirigida por Crispín Salazar Zamorano, ya se encontraba instalada en la zona suburbana de esta ciudad.
A partir de ese momento las cifras de homicidio en Baja California se dispararon. Tan sólo el año pasado, el estado acumuló 2,938 carpetas de muertes violentas, y en los primeros 28 días de enero de 2021 contabilizó 246 homicidios.
En la primera fase del plan de invasión aparece otro nombre: Néstor Ernesto Pérez Salas, el “Niní”, jefe de pistoleros de Los Chapitos — conocido también por comenzar una guerra con el “Mayo” Zambada—. La avanzada del “Niní” consistió en la instalación de “cabezas de playa”.
En noviembre pasado, en la zona urbana de Mexicali 12 presuntos sicarios fueron detenidos por elementos de la Guardia Estatal de Seguridad e Investigación (GESI). Según un reporte de la Fiscalía General de Justicia del estado, se trataba de sujetos reclutados por el Cártel de Sinaloa del centro de rehabilitación Jóvenes de Mazatlán, una Oportunidad de Vida, AC, a quienes les fueron prometidos 2,000 pesos semanales.
Los imputados fueron vinculados al asesinato de José Luis Marmolejo, Abraham Guadalupe Martínez y Ramón Omar Peralta, todos identificados como narcomenudistas bajo el ala de Felipe Eduardo Barajas Lozano, el “Omega”, hombre de confianza de Jesús Alexander Sánchez Félix, el “Ruso”.
Pérez Salas, alias el “Nini” y el “Ruso”, operador de Ismael el “Mayo” Zambada, mantienen una disputa en la zona norte de la ciudad de Culiacán, Sinaloa, batalla que habrían arrastrado hasta Baja California.
A su arribo a la entidad, Los Chapitos utilizaron la doble estrategia de “golpear y negociar”. Se apoderaron de territorios en manos de Ismael el “Mayo” Zambada, pero también invitaron a algunos operadores de los cárteles de los Arellano Félix y Jalisco Nueva Generación a sumarse a la cruzada.
Los Cabos —grupo criminal bajo el mando de Nemesio Oseguera Cervantes, el “Mencho” en Baja California— aceptó la invitación. De acuerdo con Zeta Tijuana, para la célula delictiva no resultó muy atractiva la estructura criminal del CJNG en el estado del norte, por lo que aceptaron luchar contra la organización que años atrás habían defendido y expandido.
Fue así como empezó la guerra por el estado de Baja California. Los Chapitos empezaron a asesinar a narcomenudistas del Mayo Zambada y reclutar jefes de plaza del Cártel Jalisco Nueva Generación.
En los últimos meses, los hijos de Joaquín Guzmán Loera se han apuntado muchos éxitos en el reclutamiento de operadores de grupos rivales. Pablo Edwin Huerta Nuño, alias el “Flaquito”, ex integrante del Cártel de los Arellano Félix, estaría ahora al mando de Los Chapitos, reveló Zeta Tijuana.
“Entre 2018 y 2019 hizo pactos de no agresión con René Arzate García “La Rana”, del Cártel de Sinaloa, y también se alió al Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) por un tiempo. En 2020 empezó a tener problemas con sus aliados porque reclutó abiertamente al “Cabo 20”, escindido de Jalisco desde mediados de 2018″, advierte el semanario.
Aunque cada cártel ha logrado consolidar zonas de influencia, es difícil trazar las líneas de frontera. Es difícil saber quién es quién. Es imposible saber quién manda realmente, cuando las balas.y la sangre son el lenguaje con el que se escribe esta historia de violencia, una más entre tantas que tiene México.