Columna de Opinión de Alan Sayago Ramírez
México, en el Siglo pasado, tuvo un evento que estremeció a la sociedad, han pasado ya 52 años del genocidio del 2 de octubre en la plaza de Tlatelolco, el país aún tiene una deuda pendiente que requiere ser saldada, que año tras año cala hondo en el corazón de su pueblo. Mientras la impunidad prevalezca sobre la justicia, no se podrá impedir que se sigan cometiendo crímenes como los de 1968.
La protesta estudiantil, principalmente preparatoriana, hizo presencia en las calles en contra del totalitarismo gubernamental y el control férreo de todos los aspectos de la vida, en esos años las riendas del país las tenía el Presidente Gustavo Díaz Ordaz. Era un año importante debido que se aproximaban unas olimpiadas y con ello podría quedar exhibido el gobierno ante la comunidad internacional, poniendo en peligro las grandes inversiones en infraestructura realizadas para su celebración y los multimillonarios ingresos que generarían.
El 2 de octubre, miles de personas se congregaron en la unidad habitacional para escuchar el mitin del Consejo Nacional de Huelga (CNH), que exigía entre otras cosas, la desaparición del cuerpo de granaderos y que se liberara a los estudiantes que habían sido detenidos en manifestaciones previas. El 68 no es exclusivo de México ni fuimos los primeros en protestar ante una realidad intolerable. Para muchas partes del mundo fue un año difícil, en el que las inquietudes aparecen básicamente entre los jóvenes.
El gobierno de Díaz Ordaz, trato de detener el movimiento estudiantil antes de la inauguración de las Olimpiadas, reaccionando con una violencia inusitada en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, masacrando a innumerables estudiantes y ciudadanos que se encontraban en una manifestación en dicho lugar.Los estudiantes pedían en esencia justicia: habían sido constantemente lastimados por el abuso de la policía y entonces tomaron las calles, el gobierno desestimó todos los reclamos, sólo veía en ellos un grupo que buscaba desestabilizar al gobierno cuando los ojos del mundo estarían atentos a México.
A más de 52 años, nadie sabe cuántas personas murieron durante la masacre, pero la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos estima que fueron entre 150 y 350 víctimas, desmintiendo las declaraciones del vocero de la Presidencia, donde comentaba que solo fueron 26 asesinados y más de mil detenidos. Lastimosamente en esos tiempos censuraron a la prensa local, pero la internacional como El New York Times relató que: “tropas federales disparan rifles y ametralladoras contra una manifestación estudiantil pacífica” .
Con un descaro sínico en su quinto informe de gobierno, un año después, el expresidente Gustavo Díaz Ordaz aceptó, que era responsable de los hechos, que fueron justificados como un bien necesario para realizar los Juegos Olímpicos, bautizados como “La olimpiada de La Paz”.
Aún quedan muchas interrogantes. México no quedó fuera de un año que sacudió al mundo, gobiernos van y vienen, todos hacen promesas de comisiones de la verdad y nada sucede, lastimosamente en este 2020 se canceló la marcha del 2 de octubre por la pandemia de Covid-19, este día nos deja con un sentimiento muy vivo de insensatez, de que no debiera haber sucedido y que el camino hacia la libertad, una vez más, no debería haber pagado un precio tan elevado. Después de todo, entre los movimientos estudiantiles del mundo en 1968, el de México tiene el triste dato de ser el único que terminó en muertes.
Lastimosamente muchos de los dirigentes encarcelados apostaron por competir en las urnas y ocuparon cargos legislativos o en distintos gobiernos eso se puede ver en un libro “El 68 en Xalapa y el liderazgo estudiantil en la Universidad Veracruzana “con tan solo revisar los nombres de algunos participantes, se podrá observar que algunos veracruzanos apoyaron al movimiento del 68 desde sus trincheras. Es algo impensable cuando los golpeó la lógica autoritaria, la lucha no era por cargos, inmadurez o conjuras extranjeras, sino por democracia.
El 2 de octubre… nunca se debería olvidar porque siguen las mismas demandas: que los jóvenes sean escuchados, que sus derechos se respeten, que tengan oportunidades y que puedan alzar la voz sin el temor a represalias o a convertirse en desaparecidos.
Alan Sayago Ramírez
Activista Social, licenciado en Derecho, Maestro en política y gestión pública.
Redes Sociales: @alansayagor
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