Una cama pequeña, pero cómoda, junto a una ventana con balcón, espera todas las mañanas a la enfermera María de los Ángeles Ojeda después de una jornada nocturna intensa, de 12 horas continuas, en la primera línea de batalla contra Covid-19 en el Centro Médico Nacional La Raza del IMSS.
Su cuarto, sin embargo, no es cualquier cuarto, sino la habitación principal de la Casa Miguel Alemán, en el Complejo Cultural Los Pinos, donde hasta hace dos años dormía el ex Presidente Enrique Peña Nieto.
Con 31 años de edad, y 12 de servicio para el IMSS, Ojeda es una de las cuatro enfermeras que se alojan desde el pasado 5 de mayo en la recámara presidencial del complejo, un sitio que funciona como refugio para los combatientes de una pandemia que ya supera el medio millón de contagios acumulados y los más de 55 mil decesos.
“Se siente bonito y la casa está muy bonita. Obviamente los muebles no son los que estaban antes, ni las camas. Son camas chiquitas, pero están muy cómodas”, celebra. “Está muy cómodo. Nos consienten mucho”.
Con tres comidas al día, servicio de lavandería y sanitización del cuarto, Ojeda y el resto del personal médico puede tener en Los Pinos un respiro del extenuante trabajo hospitalario en el que, a menudo, escasean los insumos necesarios.
“Como que baja y otra vez sube”, dice la enfermera sobre el control de la epidemia. “En mi servicio, en Neumología, ahorita estoy yo de encargada, entonces tenemos 16 camas y ayer (el 6 de agosto) teníamos las 16 camas ocupadas con 7 apoyos ventilatorios”.
Tres días a la semana, María de los Ángeles cubre el turno de las 20:30 a las 08:10 horas en La Raza.
Al final de su jornada, cuando las oficinas de la Ciudad apenas comienzan el día laboral, un autobús afuera del hospital ya la espera para devolverla a la casa donde, inesperadamente, ha podido alojarse desde hace poco más de tres meses.
María de los Ángeles atraviesa un suntuoso vestíbulo con piso de mármol, sube una escalera aristocrática y llega a su cuarto.
En el lugar donde Angélica Rivera posó para una revista de sociales, donde Felipe Calderón se construyó un búnker y una sala de cine, donde Gustavo Díaz Ordaz mandó a hacer una pista de go-karts para sus hijos y donde José López Portillo corría por los jardines sin camisa, ahora duerme una treintena de enfermeras y médicos.
Despojada del ajuar de sus épocas como residencia presidencial, la habitación principal de la Casa Miguel Alemán -edificación de 5 mil metros cuadrados que el Mandatario del mismo nombre mandó a construir- es lo suficientemente grande para alojar cómodamente a cuatro personas, las cuatro enfermeras con horarios nocturnos.
“Cuando empezó todo esto (de la pandemia), mi prima me dijo que nos fuéramos a rentar, pero yo le dije: ‘es que no me alcanza ahorita para pagar renta, comida, transporte’, le dije que no”, relata.
Para fines de abril, la enfermera, quien vive en Tultitlán con su madre, cuatro hermanos, dos cuñados y dos sobrinos, se registró en el programa que lanzó el IMSS para alojar a su personal médico en hoteles.
El 4 de mayo, la dependencia la buscó a través de WhatsApp para saber si aún estaba interesada y si le molestaría compartir habitación con alguien. Ese día, recuerda, anunciaron que Los Pinos estaba habilitado para las enfermeras, después recibió otro mensaje: “Has sido aceptada en Los Pinos”.
No obstante, la oportunidad de quedarse en la antigua morada presidencial, con todos los mitos de ensimismamiento y despilfarro, es apenas una anécdota curiosa frente a lo verdaderamente importante: el descanso.
“Los dos primeros días no podía dormir, porque como estaba solita, me daba miedo. Yo decía: ‘¿Qué tal si alguien entra?’. Ya después pude dormir hasta mejor que en mi casa”, relata.
Los insumos en su lugar de trabajo, como se ha denunciado continuamente, no siempre están a la mano cuando se necesitan.
“Sí nos dan nuestra bata, nuestro N95 y esas cosas, pero, por ejemplo, nosotros compramos nuestros overoles, goggles, caretas, aunque también tenemos donaciones de caretas”, detalla.
A veces las herramientas mínimas indispensables que les brindan, como las mascarillas, no son las adecuadas.
Aunque su vocación de servicio es inamovible, sabe que ella y los suyos se encuentran en peligro constante.
“Me gusta mi trabajo y me gusta la adrenalina, pero sí me daba miedo contagiar a mi mamá”, confiesa.
Su hermana -también enfermera en La Raza- ya contrajo la enfermedad y, por fortuna, se alivió. Sin embargo, a pesar de estar en buenas condiciones de salud, María de los Ángeles sigue temiendo contagiarse.
“Conforme van pasando los días, ver a personas todos los días que se mueren, muchas muertes, sí te quedas así como que ‘ay, a ver si no me toca a mí’”, dice.
María de los Ángeles pretende seguir hospedándose en Los Pinos hasta que se termine la oportunidad, en una fecha que no ha sido comunicada a los trabajadores del IMSS que ahí se alojan.
La ex Residencia Oficial de Los Pinos, con sus 127 mi 951 metros cuadrados de habitaciones amplias y jardines frondosos, se siente finalmente digna ante sus actuales ocupantes.
Fuente: INFOBAE
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