Por Miriam Lagunes Marín.
¿Se han preguntado cómo nosotras las mujeres podemos fácilmente señalar cuando un hombre tiene actitudes abiertamente machistas o violentas contra nuestro género, pero a los demás hombres que nos rodean les “cuesta trabajo” identificarlo? Por poner un ejemplo, todas, absolutamente todas las mujeres hemos visto o vivido en carne propia la violencia sexual, desde el acoso callejero hasta tocamientos sin consentimiento o situaciones aún más violentas, sin embargo, son contados los hombres que admiten conocer acosadores o haber acosado alguna vez, cuando señalamos y visibilizamos esto casos todavía encontramos resistencia del entorno a hablar del tema.
Otro escenario recurrente cuando hablamos sobre la violencia de género es culpar a la propia víctima del delito que se ha cometido contra ella, como cuando una niña, adolescente o mujer es abusada sexualmente y en lugar de señalar al agresor se le cuestiona a ella o a su familia, en el caso de las adolescentes o mujeres usualmente se hace referencia a la hora en que estaba fuera de su casa, el modo en que iban vestidas o si habían bebido antes, sugiriendo que ellas mismas provocaron el abuso, cuando se trata de una niña lo más común es culpar a la mujer más próxima “¿su mamá donde estaba? ¿por qué no la cuidó más su mamá?”, todo ello orientado a quitarle responsabilidad al agresor, aun cuando nos matan en nuestra propia casa se nos culpa por “no habernos fijado bien en quien elegimos como pareja”, tal pareciera que no importa lo que suceda, la responsabilidad siempre recae en las mujeres.
Invisibilizar la violencia contra las mujeres, destinar pocos recursos por parte del Estado para su atención, culpar a las víctimas de su situación (revictimizar), burlarse de las diversas manifestaciones que buscan exigir justicia, poner en segundo plano el trabajo legislativo que permita hacer un cambio estructural en la atención de la violencia de género y en general obstaculizar las acciones para erradicar la desigualdad basada en el género son solo algunos de los ejercicios patriarcales que se llevan a cabo para seguir manteniendo la estructura que imposibilita a las mujeres de ser reconocidas como seres humanos completos y que se garanticen sus derechos a la par de los hombres, no son accidentes ni es azar, es parte de un complejo sistema de creencias donde siempre tenemos las de perder.
Tanto hombres como mujeres estamos inmersas en una cultura donde se privilegia al varón, el género no es el único factor que influye en la desigualdad, pero es uno de los principales, para hacer un cambio estructural tenemos que renunciar a ese pacto patriarcal donde empatizamos con los victimarios y muchas veces hacemos un espectáculo de los actos violentos a los que se someten las víctimas, movimientos como el #metoo y el #niunamenos precisamente buscan redirigir las miradas hacia la narración de quienes han pasado por situaciones de violencia para solidarizarnos y unirnos a las voces de quienes claman justicia, el feminismo no ha construido a los hombres como enemigos naturales, el enemigo a vencer es el machismo y la misoginia que perpetuamos (quizás de manera inconciente) mediante nuestro actuar cotidiano, necesitamos matar a este monstruo antes de que acabe con nosotras, como lo ha venido haciendo con las 10 mujeres que asesinan diariamente en México.
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Fuente: Es Noticia Veracruz
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