La investigadora Renata Turrent relata en primera persona cómo vivió la elección de los consejeros del partido Morena que conformarán su Congreso Nacional. Un proceso perfectible, reconoce, con incidentes que fueron la excepción, y al que califica como emocionante y alentador
Texto: Renata Turrent
Fotos: Crisanta Aguilar / Cuartoscuro
Preludio
CIUDAD DE MÉXICO.- Días antes de la votación, vi a compañeros y compañeras a quienes les tengo un profundo respeto: excompañeros de trabajo, promotores del voto incansables, académicos y militantes que trabajan los domingos por la noche sin chistar. Si algo puedo asegurarles es que en mis treinta y cinco años de vida nunca he visto a nadie dedicarse tanto como a la gente que forma este partido-movimiento.
Por eso molesta que antes de que siquiera empezara el proceso interno de renovación de consejeros y consejeras de Morena, había personajes que, al anticipar un resultado desfavorable para sus intereses, apostaron por minar la credibilidad del mismo. No había que esperar a que salieran sus columnas en grandes medios nacionales e internacionales para saber por dónde iría la narrativa de la oposición –interna y externa–: todos los partidos son iguales.
El sábado me desperté temprano, como siempre, porque mi hija de 18 meses es intensa –como su mamá– y de pocas horas de sueño –como su papá–. Empezamos el día como cualquier otro, con lo que llamo “el caos mañanero”. En un departamento ruidoso e iluminado en la alcaldía Benito Juárez, una bebé inquieta que no deja de gritar “jugar, jugar” mientras cambiamos pañales, hacemos café para funcionar después de dos o tres despertares nocturnos, sacamos a dos perrotes mal portados a pasear y preparamos el desayuno.
No son ni las ocho de la mañana y ya está sonando mi teléfono. Es una de mis mejores amigas –feminista y militante del movimiento–, que me llama para ver si podemos ir a una de las casillas en Coyoacán para llevar aguas a los y las compañeras que estarían todo el día ahí. “Acabamos de desayunar y nos vemos allá” le dije.
Llegando a la casilla, como si no hubiera una multitud rodeándonos, quise desahogarme y le platiqué que había sido la primera noche que no le daba pecho a mi hija. “Quizá es tonto” –le dije– “pero ha sido bien duro. Llevo más de año y medio sin dormir la noche de corrido y estoy agotada, pero ahora lo extraño más que nada.” La noche anterior, le escribí una carta a mi hija diciéndole lo especial que había sido dormirla, consolarla y alimentarla entre sueños por tanto tiempo. Esta etapa, sin duda, ha durado más de lo usual y es momento de pasar a una nueva.
Haciendo un paralelismo, ese mismo fin de semana a Morena le había llegado el momento de pasar a una nueva etapa. A pesar de sólo tener ocho años, es el partido más grande e influyente del país; es un niño de ocho años que mide dos metros, como bien dice Rafael Barajas, “El Fisgón”. Y el crecimiento acelerado no siempre es fácil de gestionar. Sin embargo, es indispensable que Morena se institucionalice, pues la etapa de construcción, sin duda, ha durado más de lo usual.
Votar
Sin bañar y un poco despeinada, pero con la misión cumplida, quise quedarme unas horas para vivir el proceso más de cerca. No sólo yo estaba asombrada con la cantidad de gente. Mi hija parecía igual o más emocionada que yo: nombraba los colores de los coches, saludaba a propios y extraños, le gritaba emocionada “¡nene!” a los niños que veía llegar y jugaba con un palo en la tierra del camellón. Cuando parecía que iba a haber calma, arribaban más familias en taxis, bajaban más personas de microbuses y se formaban. Muchos ya traían sus hojas de afiliación y otros llegaban sin nada. Los y las organizadoras gestionaban las olas de personas que llegaban y pedían que tuvieran sus documentos listos y su INE a la mano. “Adultos mayores, pasen por acá, por favor”, anunciaban por el megáfono.
En las casi tres horas que estuve ahí no vi más que gente organizada en una vida partidista activa, eligiendo a quienes en conjunto conformarán el proceso de selección de candidatos en 2023 y 2024. Algo de lo que hoy por hoy, ningún otro partido en México puede jactarse.
Le enseñé a mi hija a decir “votar”. Pensé que era relevante porque, aunque claramente no entienda lo que significa, es una palabra que las mujeres pronunciamos con mucho respeto y orgullo, pues hasta hace muy poco, nosotras no podíamos votar ni mucho menos ser votadas. “Tus bisabuelas nacieron sin este derecho”, le dije. Gracias al movimiento feminista, mi mamá y yo nacimos pudiendo votar, pero estos últimos años el sufragio ha tomado un papel cotidiano en nuestras vidas que debería emocionar a cualquier demócrata. Mi hija de año y medio me ha acompañado a las urnas cuatro veces.
Volví a casa a que mi hija durmiera su siesta y al despertar le contesté a mi vecino y buen amigo un mensaje donde me preguntaba si iría a votar. Su impresora no servía y estaba angustiado de no tener los documentos listos. Le escribí a otra de mis mejores amigas que también vive cerca y ella nos imprimió y sacó copias de todo lo que nos faltaba. Pasé por ambos y el coche parecía auto sardina, pues veníamos cuatro adultos, mi hija y la sobrina de mi amiga de seis años.
La mayoría sabíamos por quién votaríamos, pero mi amiga dijo: “aún lo estoy analizando”. Primero imaginé que, si alguien nos hubiera visto bajar de un auto lleno, con nuestros documentos en mano, quizá habría dicho que éramos acarreados, cuando en realidad simplemente nos organizamos para ir juntos. Aunque después pensé que, al venir en coche particular y no en un taxi o microbús, el juicio habría sido distinto. Sabemos que la palabra “acarreados” tiene un sesgo de clase implícito.
Llegando a mi centro de votación, todo fluía en orden, muy similar a lo que había visto en la mañana. Le decía a mi hija: “mira cuánta gente viene a votar”. “Gente”, repetía ella. Mi amigo le pasó su copia del formato de afiliación a mi amiga y, más adelante, mi pareja sacó su celular para corroborar el nombre completo de las personas por quienes votaría. A ambos, diferentes organizadores del proceso, les dijeron que no podían hacer eso. A pesar de que no estaban incurriendo en nada ilegal ni ilegítimo, me dio gusto saber de la llamada de atención.
Las historias de violencia y disturbios que dominaban las redes sociales no coincidían con la realidad que yo había visto en los dos centros de votación a los que había ido. Los videos y narrativas impulsadas por quienes les conviene que este proceso salga mal no me sorprendieron, ni me preocuparon, pues, desde el preludio sabíamos por dónde irían. No por eso creo que todo haya sido perfecto; leí denuncias de prácticas dignas del viejo régimen que algunos compañeros a quienes conozco y respeto externaron que merecen atención e investigación.
Los datos finales respaldan esta percepción. La dirigencia anunció que hubo anomalías en 11 de los 345 centros de votación instalados el sábado 30 de julio. Aunque, para un movimiento como Morena, que logró que los delitos electorales sean delitos graves y que se rige bajo estrictos planteamientos éticos, no se deben tolerar estas prácticas. Cualquier demócrata y quienes creemos en el movimiento tenemos el deber de denunciarlas y condenarlas y exigirle a la dirigencia que investigue y en su caso castigue. Incluso cuando nuestra experiencia haya sido positiva de principio a fin.
Pero tampoco podemos pecar de ingenuas y pensar que, como dijo Violeta Vázquez-Rojas, el proceso sería totalmente armónico y terso, pues lo que se disputa es el poder dentro del partido más importante de México y se tienen enfrente procesos electorales gigantescos donde, a menos que algo muy extraño suceda, Morena ganará la mayoría de éstos.
“Qué grande está tu niña”, me dijo un compañero que me acompañó a hacer campaña en 2021. “Crece por minuto”, le contesté mientras me despedía. Sin saber aún que la votación de este fin de semana alcanzaría los dos y medio millones de votos, me alejaba de las urnas por cuarta vez en menos de dos años. Siendo testigo y cómplice de una democracia que también crece por minuto.
El recuento
En otra sesión más del caos mañanero, el domingo 31 de julio le preparo un huevo con verduras a mi hija mientras corretea a los perros para que coman sus croquetas y yo le grito que no les vaya a jalar la cola. Mientras ella desayuna, yo veo la narrativa que ya se empezaba a gestar días antes de la elección, pero un poco más atrevida: no son iguales, son peores, dice el oligarca que presumió tener listas negras de los obradoristas y algunos cuantos opositores internos que aplauden alianzas con Aureoles, pero sabotean cualquier cosa que venga pintada de guinda.
La verdad es que, al igual que quienes aseguran que AMLO ya destruyó el país, a pesar de tener una de las aprobaciones más altas a nivel mundial, la oposición –interna y externa– pinta realidades que sostienen unos cuantos, pero que la mayoría disputamos. Así como es difícil explicar que el presidente tenga el país cayéndose a pedazos mientras mantiene una aprobación inigualable casi en cualquier país del mundo, es difícil sostener que el proceso interno de Morena haya sido un total desastre plagado de acarreo y al mismo tiempo tener millones de personas ejerciendo sus derechos políticos.
La narrativa que tratan de construir tiene también un tufo clasista, ese mismo que veía en campaña cuando algunos panistas de la Del Valle me gritaban con orgullo que ellos no votaban por Morena porque sí habían estudiado la primaria. Los desencantados acusan un proceso interno dominado por gritos y catorrazos, por urnas quemadas y jalones de pelo, que, aunque hayan sucedido de manera aislada, no fueron la regla sino la excepción. De haber sido la regla, habríamos tenido un fin de semana mucho más caótico que mis “mañanas de caos”, con millones de personas gritando y correteándose como mi hija corretea a los perros.
La realidad es que, quienes construyen las narrativas de fracaso llevan ya mucho tiempo haciéndolo. Internamente, son los mismos que dicen que el liderazgo de la Ciudad de México no puede organizar ni un dominó y por lo tanto no puede aspirar a nada más grande, aunque en los resultados del fin de semana indican lo contrario y, de hecho, muestran que la militancia no los apoya. Y en la oposición externa, que carece de vida interna en sus partidos, además se atreve a caricaturizar un proceso popular que claramente siguen sin entender ni el fondo ni la magnitud de este movimiento y, por lo mismo, los sigue dejando anonadados cada proceso electoral.
No cabe duda que fue un proceso perfectible que requerirá de sanciones a quienes rompieron la ley y un acuerdo moral que tenemos todas las personas que militamos en el obradorismo, pero fue, definitivamente, un proceso emocionante y alentador. Pragmáticamente, además, se solucionó un problema que no era menor: el padrón del partido. En pocos días podremos tener un padrón confiable que contabilice a toda la gente que decidió afiliarse a un partido que, con todos sus errores, nos significa una herramienta política para seguir transformando el país.
Cuando duermo a mi hija le suelo hacer el recuento de nuestro día. “Votamos una vez más juntas, nena, parece que se vuelve nuestra tradición. Tuvimos un día muy ocupado y ahora vamos a descansar, que nos esperan muchas aventuras más en esta nueva etapa”.
*Especialista en políticas públicas. Excandidata por Morena a la alcaldía Benito Juárez.
El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, informó que la conversación que sostuvo con la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, fue muy productiva, debido a que la mandataria aceptó detener la migración.
A través de su red social, “TRUTH“, Trump mencionó pusieron sobre la mesa el tema de seguridad, así como las estrategias para frenar el flujo de drogas hacia Estados Unidos.
“Acabo de tener una maravillosa conversación con la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo. Ella aceptó detener la migración a través de México y hacia los Estados Unidos, cerrando así de manera efectiva nuestra frontera sur. También hablamos sobre lo que se puede hacer para detener el flujo masivo de drogas a los Estados Unidos y también el consumo de estas drogas en los Estados Unidos. ¡Fue una conversación muy productiva!”
En los últimos días, Canadá ha puesto en entredicho la continuidad de México dentro del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), señalando a China como el talón de Aquiles en la relación trilateral.
Si bien el comercio entre México y Canadá es relevante, las cifras evidencian que el peso de Estados Unidos en el intercambio comercial de ambos países es abrumador.
México y Canadá: comercio en números
Según el Banco de México, Canadá representa solo el 3% del valor total de las exportaciones mexicanas, frente al 83.2% que tiene como destino Estados Unidos. En contraparte, las importaciones mexicanas desde Canadá apenas llegan al 2%.
Este intercambio desigual favorece a México, que tuvo un superávit de casi 5,000 millones de dólares en 2023 y de 4,288 millones de dólares en los primeros nueve meses de 2024.
Mientras tanto, Canadá ha mantenido su participación en el mercado estadounidense sin grandes avances, con un 12.8% de las importaciones de Estados Unidos en 2024, similar a su participación de 2018 (12.5%). Por el contrario, México ha ganado terreno, consolidándose como un socio estratégico en el contexto de la guerra comercial entre Estados Unidos y China.
Las tensiones políticas y la postura de Canadá
Ontario y Alberta, dos de las provincias más influyentes de Canadá, han encabezado críticas contra México.
Alegan que el país se ha convertido en una «puerta trasera» para productos chinos que evaden aranceles, afectando tanto a Canadá como a Estados Unidos, particularmente en el sector automotriz.
Doug Ford, primer ministro de Ontario, propuso endurecer las medidas contra China o incluso excluir a México del T-MEC, argumentando que un acuerdo bilateral entre Canadá y Estados Unidos podría ser más beneficioso. Alberta se sumó a estas declaraciones, señalando que México no actúa como un «socio igualitario».
Sin embargo, la industria automotriz canadiense, altamente integrada con México, rechaza esta posibilidad. La Asociación de Autopartes Canadiense advirtió que el sector no podría sobrevivir sin el tratado, y datos oficiales indican que México importa autopartes canadienses por casi 2,000 millones de dólares al año, equivalentes al 15% de sus compras desde ese país.
El papel de China y el futuro del T-MEC
El gobierno de Justin Trudeau ha mantenido una postura ambivalente: aboga por fortalecer la relación trilateral, pero deja abierta la posibilidad de explorar otros acuerdos. Este contexto se agrava por las tensiones comerciales con China, un socio con el que Canadá intentó negociar un tratado de libre comercio en 2016.
Por su parte, México ha desmentido las acusaciones sobre el supuesto «transbordo» de productos chinos. La presidenta Claudia Sheinbaum calificó de incorrecta esta narrativa y señaló que la disputa se enmarca en la competencia por el acceso al mercado estadounidense, el más grande del mundo.
Una relación estratégica bajo presión
A pesar de las tensiones, la integración comercial entre los tres países del T-MEC sigue siendo crucial para la competitividad regional. Modificar el tratado o excluir a México tendría costos económicos significativos, impactando a cientos de empresas y millones de empleos en los tres países.
El desafío para la región será encontrar puntos en común en torno al papel de China y fortalecer la relación trilateral, asegurando que el T-MEC siga siendo un pilar de la economía de América del Norte.
El titular de la Secretaría de Salud de México (SSA), David Kershenobich, informó que se tomó la decisión de cancelar el cambio de la dependencia a Acapulco, Guerrero, al presentarse millones de pérdidas con el cambio.
Los daños producidos por los impactos de los huracanes Otis en octubre del 2023 y John en septiembre de 2024, provocó pérdidas multimillonarias al erario público.
Para facilitar el cambio de la ciudad de México a Acapulco, el gobierno de Guerrero puso a su disposición un edificio inteligente ubicado en la Costera Miguel Alemán, cerca de Playa Tamarindos.
De esta forma se pondrá fin al comodato que realizó el Gobierno de Guerrero con la Secretaría de Salud, en tiempos del mandato de Héctor Antonio Astudillo.
La SSA inició el cambio en 2022 y ya se habían gastado más de 100 millones de pesos para mudanzas de los funcionarios y sus familias que aceptaron el cambio al puerto.
No sólo fueron los daños causados por los huracanes, el secretario de salud del sexenio de Claudia Sheinbaum, explicó que se presentaron conflictos laborales, falta de operatividad administrativa y pérdidas de decenas de millones del erario público.
El tener que cruzar información entre la Ciudad de México y Acapulco, generó fallas, pérdida de tiempo y conflictos entre los funcionarios, los cuales considera serían menores si todos estuvieran en una misma sede.
Las pérdidas continuarán debido a que ahora la secretaría tendrá que rehabilitar las oficinas en la capital mexicana y pagar mudanzas de regreso de sus funcionarios a la Ciudad de México.
Además de que las personas originarias de Acapulco que fueron contratadas serán despedidas y se realizarán las indemnizaciones correspondientes.
La decisión de descentralizar las secretarías de Estado y mandarlas a otras partes del país fue tomada por el expresidente Andrés Manuel López Obrador, durante su primer año de gobierno.