Antonio Hernández
Zongolica Ver.- Indígenas desde hace siglos sufren hambruna, pero hoy viven secuestrados por el “toque de queda” que impuso el alcalde Juan Carlos Mezhua Campos.
Es considerada la comunidad más pobre de Veracruz y aprovechando la escasez de alimentos, el edil distribuye despensas aunque condiciona al pueblo con su firma porque quiere ser candidato a la diputación y su hermana a la presidencia.
Cada padre, madre, hijo o nieto de las congregaciones tiene su historia, aunque coinciden que desde el inicio de la pandemia del coronavirus Juan Carlos impulsa su proyecto político para tener más poder y dinero.
En la localidad enclavada en las altas montañas el 85 por ciento de la población no tiene siquiera garantizado el alimento, reconocen los habitantes.
Para los nahuas, está casi vedado el acceso a la salud, educación, vivienda digna, agua potable y drenaje. Aquí, los indígenas están condenados a la economía de autoconsumo, a salarios de hambre en campos ajenos y a la migración.
A la orilla del despeñadero van naciendo las casas voladas. En las piedras se arraigan los troncos que las sostienen en el aire, con una levedad parecida a la de los anémicos cuerpos de sus habitantes.
De día, la vista de los caminantes es atraída por los espejos techumbres: rectángulos plateados que reflejan el sol y sobresalen del verde de las montañas. La vida en ellas se aprecia desde temprana hora en esa humareda que emiten las estufas de leña y que no cesa durante el día.
Hechos con tablones que nunca empalman, los hogares de los indígenas se desperdigan bordeando los caminos, donde hasta los animales sean borregos o perros tienen la piel pegada a las costillas.
En Quetzaltotol no hay drenaje, sólo baños secos, como le dicen a las letrinas. Médico y medicinas, hasta la cabecera municipal, porque en el “sexenio de la salud”
Así autonombrado por el expresidente Felipe Calderón ni a las familias ni a la comunidad se les dio el “beneficio”. Más de 1 hora de ida y otro tanto de regreso (a pie) son las consecuencias de que la “casa de salud” no funcione. Diarreas y dolor de cabeza, son las enfermedades más frecuentes y ahora coronavirus.
Tampoco importa que ahora tengan caminos de terracería, algo que las comunidades anhelaban hace un sexenio con la esperanza de transportar y vender sus productos.
Lejos de un sistema de comercio justo, la mayoría de la población está condenada a una economía de autoconsumo. En especial quienes producen maíz.
Pero aquellos que siembran café tampoco “viven mejor”: invariablemente aceptan las migajas que los intermediarios como la familia Mezhua ofrece por costal del producto. No importa que cada jornal –que, por mucho, rebasa las 8 horas laborales– les consuma sus escasas fuerzas y que detrás de cada cosecha haya más de 160 jornales, en los cuales ha participado la madre e hijos. Del precio final, ellos apenas verán entre el 1 y el 5 por ciento.
Aquí la sentencia de la pobreza es simple: el sudor de los indígenas que se queda en los campos acabará enriqueciendo los bolsillos de alguien más.
Las rancherías no cuentan con un servicio médico cercano y los indígenas se tienen que desplazar caminando en veredas difíciles de transitar. “Llueve mucho, se encharca y tienen que andar en el lodo, que les llega hasta las rodillas a veces,
Y si tienen que trasladar a sus enfermos pues es cargando o en camilla. Entonces improvisan dos palos y le tejen o le amarran un costal abierto o cobijas y así van caminando, y el trayecto que una persona hace en media hora, pues lo hacen en 2 horas, porque van cargando una persona de 65 kilos.
Cuando llegan a la casa de salud o a la clínica no hay medicamentos; o si llegan después de las 3 de la tarde ya no hay doctor. A veces muere el enfermo en el camino.
Integrantes del Movimiento Indígena, Popular y Autónomo de Zongolica demandan libre tránsito y que el gobierno municipal retire los retenes policiacos de acceso a la cabecera municipal que impiden la llegada de alimentos y medicinas, además del paso de ambulancias o vehículos con enfermos.
Con presupuesto de las arcas municipales compró novillos y despensas que entrega a bordo de su camioneta Lobo 2020 valuada en más de 1 millón de pesos, mientras los indígenas náhuatl sobreviven en medio de la hambruna y viven secuestrados por su toque de que de este alcalde en Zongolica
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